Rosa y Laura, estudiantes de segundo de bachillerato, estaban estudiando en la biblioteca y se tomaron un pequeño descanso en la cafetería de la biblioteca. Laura le preguntó a Rosa: “¿Sabes ya la carrera que vas a elegir? Llevas mucho indecisa y se te acaba el tiempo…”. Rosa contestó: “Me es muy difícil decidirme. Yo soy más torpe que mi hermana. Ella no tuvo problemas para elegir su carrera. Pero bueno, ella siempre ha sido mejor que yo, siempre ha sacado mejores notas, es más guapa, tiene más amigas, …”.
Laura la miró extrañada y le preguntó: “¿Por qué dices eso Rosa?” Rosa respondió: “Porque es verdad. Mi hermana Ana es mejor que yo”. Laura preguntó: “¿Y desde cuándo crees eso?” Rosa contestó: “Mis padres me lo han dicho mucho siempre: que si tengo que sacar mejores notas como mi hermana, que si tengo que hacer las cosas tan bien como mi hermana, etc. A veces me he quejado a ellos, pero me decían que era por mi bien”. Laura dijo entonces: “Mira Rosa, muchos padres nos han comparado con otros y otras, quedando nosotras mal, a veces para reñirnos, y otras veces para alentarnos y hacernos competitivas. Pero el caso es que nos estaban enseñando que en la vida tenemos que competir y ser mejores que los demás en todo, cuando eso no es posible, ya que hay muchas variables a tener en cuenta antes de poder hacer una afirmación así. Tú no eres tu hermana y tienes muchas cualidades que te hacen diferente, ser tú, y eso te hace ser valiosa”.
Rosa escuchó lo que decía Laura y dijo: “Pues llevo toda mi vida comparándome con ella…. ¿Y entonces con quién me comparo?” Laura contestó: “No tienes que compararte con nadie. Pero si quieres hacerlo y quieres que la comparación no afecte en descalificaciones de una u otra, tienes que compararte solo contigo misma”. Rosa puso cara de extrañeza y preguntó: “¿Y eso cómo se hace?” Laura respondió: “Pues tienes que compararte contigo antes y ahora, es decir, cómo eras hace unos años y cómo eres ahora, cómo era tu camino, tus inquietudes, tu mentalidad, tus estudios, amigos, experiencia y todo lo que has aprendido de todo eso, que te ha traído a tu yo de ahora. Así sí saldrás beneficiada”. Rosa preguntó entonces: “¿Y si salgo mal parada en la comparación de mí misma en el presente y en mi pasado?” Laura contestó: “Si te das cuenta de que en tu presente estás peor, es una buena forma de ver qué tienes que cambiar, dónde tienes que centrarte para mejorar, para que, en el futuro, cuando te vuelvas a comparar con tu yo de ahora, sigas saliendo beneficiada”.
Rosa reflexionó unos instantes sobre lo que Laura le estaba diciendo, y finalmente le dijo: “Tienes razón, Laura. La comparación sana es la de compararnos nosotras en el presente con nosotras mismas en el pasado. Lo haré así a partir de ahora. ¡Muchas gracias por tus palabras!”
María Becerra
Psicóloga, Clínico EMDR